
GUADALAJARA.— “¡Es una vieja, mano!, ¿y ahora por qué?”. Cuenta Antonio Ortuño que le reclamó un lector de su nueva novela La fila india (Océano), en la que por primera vez utiliza a una mujer como narradora principal.
La historia de dos mujeres que se ven involucradas con un grupo criminal que se ensaña en México contra los migrantes centroamericanos necesitaba, indica el escritor nacido en 1976, a una narradora que evocara la fragilidad que el ser humano enfrenta en estas circunstancias.
“Nunca había tenido a una narradora principal en ninguno de mis libros. En este caso, la idea fue romper con la visión de mis narradores anteriores, en los que satíricamente se juega con un discurso masculinizado. Para este texto necesitaba explorar esa otra posibilidad”, agrega.
El novelista confiesa que fue un trabajo arduo y un reto crear esta voz femenina. “Tuve que trabajarle, porque es algo que ni me salía naturalmente ni sabía bien cómo hacerlo; y no quería que sonara forzado o como si fuera yo con una peluca. Quería que funcionara, que fuera verosímil, coherente, congruente”.
Dice que ser jurado durante dos años del Premio Sor Juana Inés de la Cruz le fue muy útil para vislumbrar la manera femenina de escribir, porque en este lapso leyó más de cien novelas escritas por mujeres.
“Lo primero que salta a la vista es que no hay una manera femenina de escribir, que es tan diversa como toda la literatura. Pero sí hubo cosas que registré para aprender a construir esa voz. Y también socialicé partes del texto con diversas lectoras, para pedirles su opinión. Con algunas me peleaba. Y platiqué con gente en la calle”, añade.
El también periodista explica que, como quería reflejar el miedo, “no me servía un narrador cínico, parado en sí mismo, valentón; ni siquiera uno más reflexivo o impulsivo. Quería evocar la fragilidad que padecen más las mujeres, porque una migrante es discriminada por ser migrante, por ser morena, extranjera y mujer. La primera capa de violencia sobre ellas la ejercen los propios migrantes”.
Aclara que la solidaridad entre las dos mujeres es el corazón de la novela y que no la escribió desde el punto de vista de un experto en sociología, sino a partir y a través de la literatura.
“No es una novela regañona, ni didáctica. No es un ‘yo acuso’, pero también lo es. La literatura nos sirve para muchas cosas y una de ellas es para lidiar con la realidad, con el entorno. Esencialmente, mi apuesta literaria es crear un organismo que evoque el horror de la violencia y la fragilidad de las personas, el miedo que sentimos muchos ante ese tipo de violencia.
Ceguera selectiva
Ortuño lamenta que el tema de la violencia contra los migrantes centroamericanos que cruzan el país rumbo a Estados Unidos sea menos visible de lo que debería. “Encontramos pretextos muy fáciles para no abordarlo, no analizarlo. La violencia que ha crecido en México durante los últimos años hace que todo sea nebuloso e incluso no nos importe el número de muertos. Eso no debe ser así, ni con nuestros muertos o desaparecidos ni con los centroamericanos.
“Se da una suerte de efecto acumulativo terrible y mucha gente en México parece que es autista, dicho con todo respeto para quienes padecen autismo de verdad, tienen ceguera selectiva, no ven la violencia en el país.”
El autor de novelas como El buscador de cabezas, Recursos humanos y Ánima cuenta que ha escuchado a personas que piensan que esta violencia es una especie de montaje y que no está pasando nada grave.
“Ya es el colmo de lo ridículo. Figúrate, si niegan lo que pasa en el país si van a ver a los migrantes centroamericanos. Piensan que los muertos se lo buscaron. Dicen que seguro andaban en malos pasos. Ese tipo de pensamiento que descalifican de un plumazo absolutamente todo. No ven más allá del centro comercial y de la pantalla plana de la TV”, lamenta.
El narrador asegura que, desgraciadamente, este tipo de pensamiento es muy frecuente y está creciendo. “Es muy fácil que estas ideas deriven en una serie de acciones de discriminación brutal. Basta con ver cómo las redes sociales hierven en insultos contra ellos cada vez que la inepta selección mexicana de futbol pierde. Hay xenofobia”.
Detalla que La fila india es un libro muy diferente al resto de su obra y en él aprovecha los mecanismos de tensión de la novela negra, sin entrar en este género, porque no le interesa.
“Veo a la narrativa como un arte secuencial. No se trata sólo de que el libro esté bien escrito, sino que el lector quiera seguir adelante, que lo atraiga y lo obligue a quedarse. El único albur que el narrador no puede tomar es el de aburrir”, concluye.


