
CIUDAD DE MÉXICO, 30 de abril.- Ahora mismo, miles de niños están emigrando en el desesperado intento de sus padres por encontrar mejores condiciones de vida. A su corta edad ya entienden que a “la Migra” se le huye y saben también del dolor de dejar a los suyos en casa.
De paso por México niñas y niños centroamericanos —en su mayoría hondureños, guatemaltecos, salvadoreños y nicaragüenses— están conscientes de que van “arriba”, “al norte” o a “los Estados” para que sus papás ganen dinero. Y ellos, hasta lo toman como un paseo.
Nadie, sin embargo, les preguntó su opinión. Al final sus padres decidieron que era lo mejor para su futuro.
A sus siete años, Flor de Sinaí ya sufrió una deportación a su natal Guatemala, de donde salió escapando de la pobreza, junto a su mamá Albidia.
Por eso le preocupa que la vuelva agarrar “la Migra”, esa cosa que define como algo que lo encierra a uno, en una casa.
—¿Y eso te da miedo?
—Ajá, porque yo ya he estado ahí y es feo, no tenía nada dónde respirar; tenía un ‘portito’ pero era así bien cerrado, todo cerrado” —narró en su nuevo tránsito hacia Texas.
Aún no se sabe cuántos niños como esta pequeña guatemalteca emigran, pues se carece de un sistema que dé cuenta del número de personas que logran cruzar la frontera pues sólo se registran las repatriaciones.
Según datos oficiales, entre 2007 y 2013 más de 90 mil menores de 18 años fueron deportados de Estados Unidos, aunque la cifra negra de cuántos están transitando ahora por territorio mexicano es más alta.
Apenas el jueves pasado, rumbo a Estados Unidos, Destiny pisó el Distrito Federal.
La inquieta garífuna hondureña de sólo cuatro años que carga una muñeca, a la cual bautizó con su mismo nombre, cree que se dirige “al norte” a comprar un carro para pasearla. Y va feliz persiguiendo ese sueño.
Pero su mamá, Siria, quien le escogió el nombre porque a los ocho días de nacida por poco se le moría de una neumonía, no tiene claro cuál será el verdadero destino de su hija. Salieron tan de repente de Honduras y ni siquiera pudo terminar el último año de kínder.
La migración no tiene que significar que los derechos de los niños a la educación, la participación, el juego y la salud queden suspendidos, pero de que ocurre, ocurre. Un niño, niña o adolescente en una situación migratoria es muchísimo más vulnerable; por ejemplo, a no atender la escuela”, advirtió Javier Álvarez, representante adjunto del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en México.
Y es que el simple derecho a ser parte de la decisión de emigrar o no les es vulnerado.
Prefiero estar en Honduras porque allá está mi familia, mi abuela, mis tías, mis primos y mis amigas, y es feo dejarlos, me siento triste”, confesó Andrea, otra hondureña, de ocho años, que de plano le pidió a su mamá que la dejara con su abuela.
Aunque a sus padres les duela arrancarla de sus raíces, la decisión está tomada: convencidos de que es lo mejor para sus tres hijos, se asentarán definitivamente en Estados Unidos.
Los niños tienen que renunciar a su red social, a su vida comunitaria, a su cultura e identidad y eso casi nunca se les pregunta”, explicó Juan Martín Pérez García, director de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim)
De acuerdo con estimaciones de organizaciones sociales, el fenómeno migratorio infantil está aumentado entre 20% y 30% cada año.
Lo más grave es que si moverse hoy es un riesgo para los adultos, es mayor si van acompañados de niños.
Y un peligro aún mayor los acecha si los menores viajan solos, al exponer su salud, su integridad física e, incluso, su vida.
Se han detectado casos de niños de entre ocho y nueve años viajando solos, tratando de encontrar a su familia. Uno de los fenómenos crecientes es que padres y madres mandan a traer a sus hijos por medio de traficantes (de personas) a quienes les pagan entre tres mil y cinco mil dólares; lamentablemente, algunos de los niños nunca llegan a Estados Unidos”, explicó el director de la Redim.
En su trayecto por territorio mexicano, cada vez más inseguro, los menores son vulnerables a la trata, la explotación, el abuso físico y sexual, la extorsión y hasta el secuestro.
En un país como México, donde muchas zonas no son transitables, lo son mucho menos para este tipo de niños y adolescentes no acompañados que están siendo en su mayoría víctimas de la delincuencia común o de la discriminación misma que se tiene hacia ellos, y que son altamente vulnerables a ser cooptados por el crimen organizado”, alertó Nashieli Ramírez, experta en temas de infancia.
Entonces niños como Jesús, un hondureño de siete años que asegura que ya no quiere estar en su país porque ahí “matan jóvenes y destruyen los parques”, al emigrar, sin quererlo, pasan de una violencia a otra.
Muchos huyen de las pandillas, de la violencia en sus países, y en vez de que al pisar suelo mexicano el Estado les garantice todos los derechos al igual que a cualquiera nacido aquí, no es capaz siquiera de ofrecerles una movilidad segura”, acusó Ramírez.

