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Foo Fighters, anhelo cumplido

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CIUDAD DE MÉXICO, 12 de diciembre.- Sonó All My Life y parecía una declaración. Muchos, miles de los reunidos en el Foro Sol, habían esperado toda su vida para ese momento. Finalmente, frente a ellos, Foo Fighters incendiaba el escenario. La vida parecía ponerse a mano con la sed rockera de muchos.

No hubo tiempo de mediar palabras, no hacían falta. Salieron los músicos, uno a uno, Dave Grohl al final. Corrió el líder de la banda por una pasarela que conectaba el escenario principal con uno más pequeño al centro de la zona de pista, ahí donde miles lo aguardaban con los brazos en alto, mientras los acordes de All My Life incendiaban el recinto.

El rock había llegado, crudo, sin maquillaje que suavizara su estilo. Lo encarnaba Grohl con porte y fuerza, protegido por sus compañeros Nate Mendel, Pat Smear, Taylor Hawkins y Chris Shiflett. La batuta la llevaba el que fuera baterista de Nirvana, pero el soporte lo daba el resto de la banda.

El frío que azotó la capital importaba poco. La gente había soportado horas así. La cerveza, el mezcal o el café hacían de solución, de antifaz ante la inclemencia del tiempo que hizo sentir el diciembre capitalino.

Un hiperactivo Grohl iba de un lado al otro del escenario mientras Rope y The Pretender enloquecían a la gente. Cantaban con fuerza, como en un intento de equiparar el poder de las guitarras que se proyectaban desde el entarimado. La poca afluencia, cerca de 15 mil personas según cifras extraoficiales.

Algunos agradecían el carácter más íntimo de la velada, otros, los menos, renegaban de su mala suerte. A saber, quienes habían comprado boletos en zonas de gradas fueron trasladado a la pista del inmueble en un intento por disimular la poca respuesta del público ante la primera fecha de la banda que mañana ofrecerá otro concierto, este sí, completamente agotado.

Sobre el escenario los músicos parecían satisfechos, al menos ajenos a la cantidad y más preocupados por complacer.

“Hola, mi nombre es Dave y estos son mis amigos de los Foo Fighters. Siento mucho que haya tomado 18 años venir aquí. Pero esta noche vamos a tocar toda la noche para ustedes. No una hora, no. No dos horas. Quizá dos horas y media. ¿quieren tres horas? Vamos a tocar todas las canciones que podamos hasta que nos obliguen a irnos”, advirtió el cantante. Dio paso a Learn to Fly y dejaba claro que la apuesta era grande. Echaban el arsenal por completo, saldando la deuda que tenían con los mexicanos, consigo mismos y con el rock que en la capital los extrañaba.

Su séquito, vestido en un riguroso negro, celebraba cada gesto, cada palabra y cada grito. Poco a poco las inmediaciones del escenario se poblaron. Dos enormes pantallas proyectaba las incidencias mientras al fondo del escenario las luces jugaban al ritmo de cada canción. El concierto no era un derroche tecnológico, era, quizá, el espacio que privilegiaba la música.

Cada corte que ejecutaban era recibido como si fuera el más grande éxito. Sucedió con Arlandria, con White Limo y con Breakout. Sin tregua, sin espacio para recuperar el aliento hasta que Grohl hizo una pausa.

Presentó a la banda, uno por uno, les pidió un solo y bebió una cerveza. Eructó y sonrió. Era Grohl como se le imaginaba, como le habían visto en videos, en otros conciertos, en otras ciudades. Reía el líder del grupo y celebraba las ocurrencias de sus compañeros. Aun así, sabedor de su protagonismo lo cedió a Taylor Hawkins, el baterista, para que cantara Cold Day in The Sun mientras Dave volvía a la batería que lo había lanzado a la fama con Nirvana.

Cuando el grupo recuperó su alineación original tocaron Long Road to Ruin y, por momentos, hicieron olvidar el frío. La gente se movía al compás de la música, alzaba los brazos, tomaba fotos con sus teléfonos celulares, gritaba y bailaba.

“El próximo año celebraremos 20 años de carrera y esperamos estar aquí otros 20”, dijo el cantante antes de conceder un respiro con Big Me, una balada que la gente agradeció. Habían pasado apenas 60 minutos y el caudal de emociones obligaban a una pausa, a un momento para asimilar lo que se estaba viviendo.

La canción, como podía esperarse, mutó pronto hasta alcanzar el nivel de rock que siguió con Stacked Actors. Los Foo repetían del set que habían tocado dos días antes en una pizzería en California, pero a nadie le importaba. Pocos de los que estaban en el Foro Sol las habían vivido y de eso se trataba, de tener el rock al alcance de la mano, de disfrutar los puentes que creaban en cada tema, de la improvisación que aparecía a juicio de los músicos, de los solos, de la estridencia.

Cuando sonó Walk la locura ya era evidente. El grupo lograba que sus canciones, esas que empezaban con un ritmo semilento, estallaran, que la gente saltara con ellas.

Al cierre de esta edición, y con poco menos de dos horas por delante, Foo Fighters aún tenía pendiente interpretar canciones como These Days, This Is Call, Times Like These y Everlong.

Lo que quedó claro, tras lo visto en la primera fecha, es que Foo Fighters había tardado en venir a México y que, la segunda fecha, agotada en boletaje, puede prometer una gran noche.

El poder de la melancolía

No hay más artificios que la crudeza de sus letras. Se apoyan en ellas, en la miseria que proyectan, en el espíritu introspectivo que las define y que, a la postre, se ha convertido en el sello de The National.

A los estadunidenses les puede el sentimiento, el que evoca los momentos más oscuros de sus vidas. Lo transmiten con su música, elegante, pulida en sus ejecuciones, directa a la penumbra de la tristeza.

Actuaron como banda invitada y cumplieron a cabalidad con su objetivo. Hipnotizaron a miles, muchos menos de los que se esperaba, y contrastaron los estilos de la noche. El de The National es como un embrujo, poco útil para la fría velada pero ideal para no robar protagonismo.

Eligieron un set que daba un repaso por su carrera, apuntalaron el comienzo con algunos de sus cortes más conocidos y permitieron que el desarrollo de su presentación hiciera el espacio necesario para aquellos temas que empiezan a despuntar.

Pocos minutos antes de las 20:00 horas, miles respondieron a la penumbra del Foro Sol. La oscuridad hacía de anuncio a la llegada de The National que, de inmediato, comenzó a ejecutar Don’t Swallow the Cap y poco después I Should Live in Salt.

Fueron recibidos con tibieza. Echaron mano de Bloodbuzz Ohio y de Sea of Love y la gente comenzó a reaccionar. Siguieron Afraid of Everyone, Abel y Graceless. De pronto Matt Berninger, el cantante, se lanzó al público. Cantó montado sobre la gente Mr. November. Matt bajó, compartió un poco de su whisky mientras cantaba Terrible Love. Luego se despidió, cuando apenas habían transcurrido 50 minutos.

Foo Fighters

  • Dave Grohl (guitarra y voz).
  • Nate Mendel (bajo).
  • Pat Smear (guitarra).
  • Taylor Hawkins (batería).
  • Chris Shiflett (guitarra).
  • Rami Jaffee (teclados).
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Autor : 
Luis Felipe Castañeda
Imágen Principal: 
Imagen portada grande: 
"Hola, mi nombre es Dave y estos son mis amigos de los Foo Fighters. Siento mucho que haya tomado 18 años venir aquí... Vamos a tocar todas las canciones que podamos hasta que nos obliguen a irnos.” Dave Grohl, vocalista
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