CIUDAD DE MÉXICO, 22 de febrero.- Hace unos torneos, cuando no salía enojado de los entrenamientos de Pumas, en pláticas amables que solían rebasar la media hora, Ricardo Ferretti mencionaba que nació el mismo año en el que se fundó el Club Universidad, esto es en 1954.
Tuca Ferretti cumple hoy 60 años. Festejará en un momento difícil por su labor al frente de Tigres. A pesar de contar con uno de los planteles más ricos en la Liga MX, su equipo ocupa el último sitio de la tabla (hoy reciben al Veracruz). Sin embargo, nada es nada nuevo en la carrera de Tuca. “Por eso tengo la espalda tan ancha, para recibir los madrazos”, mencionó en alguna ocasión en que Pumas no marchaba bien.
Polémico, gruñón, misterioso, duro, disciplinado, honesto, puntual, perfeccionista, maestro y un agradecido de todo lo que le ha dado Cristo es como se puede explicar el andar de Ricardo Ferretti, uno de los extranjeros que más ha enriquecido al futbol mexicano. Es además chillón, como lo recuerdan quienes estuvieron a su lado tras obtener con los Pumas el título de la temporada 1990-91. Después de ese título inició su carrera como director técnico, en la que ha vivido de todo salvo una cosa: nunca ha sido cesado, es decir, lleva 37 años ininterrumpidos dentro del balompié nacional.
Noches de futbol en las playa
Ferretti nació en Río de Janeiro dentro de una familia compuesta por cinco hermanos, de los cuales fue el cuarto. No dormía por las noches porque prefería jugar en la playa hasta la madrugada, cuando no hacía tanto calor. “Tuca” fue la primera palabra que dijo en su niñez y por eso su madre lo apodó de esa manera.
Su primer roce con el futbol profesional lo tuvo a los 12 años, cuando el Botafogo le abrió las puertas. Debutó a los 17 en un plantel repleto de grandes como Jairzinho, Brito, Roberto, Paulo César y Gerson, su ídolo. Todos ellos habían sido campeones del mundo en México 1970.
Y de repente, México
La poca actividad que tuvo bajo las órdenes de Mario Zagalllo, en 1975, llevó a Ferretti a buscar otras oportunidades lejos del Fogão. Primero probó fortuna en el Club Regatas y de ahí se fue al Bonsucesso, club en el que logró despertar el interés del Flamengo. Sin embargo, no le llamaba la atención formar parte del club con el que Botafogo tenía gran rivalidad. Victorino, su padre, anhelaba que firmara con el Mengão, del que era fanático, pero Tuca optó por enrolarse a otro club con los colores rojo y negro: el Atlas. Tenía ya 23 años.
La aventurada decisión de Ferretti lo llevó a vivir algunos de los días más difíciles en su carrera. Se encontró con una organización con problemas en la que los retrasos en los pagos eran cosa de cada quincena. En una sola temporada, en la temporada 1977-78, el Atlas, que no era mal equipo, tuvo a tres técnicos: Odilón Mireles, Alfredo Pistache Torres y Claudio Lostanau. El Atlas se jugó la permanencia en una liguilla y el Unión de Curtidores lo envió a la Segunda División.
“Con el descenso del Atlas quedan libres los extranjeros. Ya había visto al Tuca por televisión y a lo lejos me pareció que era un buen jugador. En esa época en Pumas predominaba la filosofía del ‘bueno, bonito y barato’, y no era común que invirtiera el ingeniero Guillermo Aguilar Álvarez. Un día le hice ver que sería bueno que trajéramos a algún jugador que nos pudiera ayudar porque había muchos jóvenes y le dije: ‘Ferretti es un muchacho que vino acá, pero no tuvo suerte con su equipo y debe de estar casi regalado’, y así fue”, rememora Miguel Mejía Barón, entonces directivo de los Pumas.
Antes de que se integrara a la disciplina de Bora Milutinovic, su representante Nicola Gravina lo había ofrecido a 18 clubes de la Primera División, sin que alguno mostrara un interés, y lo máximo que logró fue enrolarse a un equipo amateur en Jalisco con el que jugó durante seis meses. Ante tal situación, Tuca había decidido regresar a su país, pero no tuvo los fondos suficientes para hacerlo.
Viajó a la Ciudad de México, pero ninguno de sus paisanos a le ayudó. En la búsqueda debió dormir dos noches en la Avenida Reforma porque no podía derrochar lo poco que tenía.
¡Goya, Universidad!
Apenas llegó a Pumas, Ferretti empezó a disfrutar del éxito junto a Cabinho, Enrique López Zarza, Olaf Heredia, Gustavo Vargas, Juan José Muñante y el joven Hugo Sánchez, entre otros. En la temporada 1978-79 disputó su primera final, la cual perdió frente a Cruz Azul, pero aún así tuvo la catapulta en su carrera.
Enfundado en la playera auriazul logró ser campeón en la temporada 1980-81 ante La Máquina, y también uno de los mediocampistas más completos, a pesar de que su labor primordial era abastecer a los delanteros.
Marcó 109 tantos hasta 1985. Después se fue a los Coyotes de Neza, al Monterrey y al Toluca, donde marcó 43 tantos y fue campeón de la Copa México de 1989.
“El destino nos vuelve a unir cuando me convierto en técnico de Pumas, de carambola. En la temporada 1990-91 le pido al ingeniero que rescate al Tuca porque en Toluca lo utilizaban poco. Le dije al ingeniero: ‘Ahora que voy por mi tercer año le pido que me haga el favor de traer al Tuca’, y me manifiesta: ‘No, Miguel, ¿cómo crees? Pumas es una institución que se ha distinguido por darle chance a los jóvenes y no regresan jugadores que se han ido’. Ante la respuesta le pedí que lo trajera como entrenador, y me dijo: ‘Bueno, como entrenador está bien, que te ayude’. Hablo con Tuca y le digo que sería importante su participación y me comenta: ‘Sí, me interesa ser tu ayudante’. Empezamos a trabajar”, detalla Mejía Barón.
Los Pumas se fueron de gira por Inglaterra, pero “estando allá, le expongo: ‘Necesito que juegues porque el equipo está muy disminuido’. Y me responde: ‘Ya sabes lo que piensa el ingeniero, mano’. Insisto: ‘A lo mejor llegamos y nos corre a los dos, ¿te arriesgas?’ Respondió que sí. Como tuvimos buenos resultados y el equipo jugó bien, el ingeniero Aguilar Álvarez nos permitió seguir con esa desobediencia. Recuerdo que estábamos en la cena, prendió su último cigarrillo, porque ya fumaba de vez en cuando, y al otro día lo puse a jugar. Vi que tenía razón”. Lo del último cigarro, no obstante, no se dio, porque es un vicio que mantiene, aunque no lo hace muy evidente. Generalmente, tras terminar un entrenamiento o un partido pide su tabaco”.
Así, en la temporada 1990-91 Ferretti quemó sus últimos cartuchos como jugador. De los 38 partidos del torneo regular disputó 37 y lo culminó con el gol del campeonato frente al América, el famoso “tucazo”.
“Habíamos practicado muchas jugadas, en algunas yo se la movía y él le pegaba y metía gol. Vio que Adrián Chávez no estaba bien colocado. Me dijo: ‘No la toques, sólo muévete’, y así fue. Afortunadamente la puso donde él quería”, detalla Abraham Nava, defensa de aquellos Pumas.
“Los Pumas de corazón tendrán esa imagen en la memoria constantemente y también yo. Recuerdo que acaba el partido y él enarbola la bandera, le da la vuelta olímpica y después se mete a los vestidores a disfrutar su alegría y tristeza porque sabía que era su último torneo”, abunda Mejía Barón.
Llegó para quedarse
Con el título 90-91 en sus vitrinas, Mejía Barón es invitado a dirigir al Monterrey, por lo que le pidió a Aguilar Álvarez que le “regresara la palabra”, pues ya se había comprometido a seguir al frente de la dirección técnica felina. El directivo tardó tres días en dar una respuesta porque no tenía claro quién se debía quedar en el lugar vacante. De nuevo intervino Mejía Barón a favor de Tuca, esta vez para mencionar que era el indicado. “Al cabo del tiempo pienso que no me equivoqué y el ingeniero tampoco. Ricardo continúa trabajando”, señala. Desde entonces han sido 23 años de Ferretti como director técnico.
Claudio Suárez acompañó a Ferretti durante 12 años. Compartía habitación en las concentraciones y ahora afirma que se trata del mejor estratega que hay en la actualidad.
“Los números muestran la efectividad que tiene, pero mucha gente lo cuestiona por los títulos que ha ganado. También lo critican porque juega defensivo, pero no es así, incluso en los entrenamientos nos decía: ‘¡Por su culpa me dicen que juego defensivo!’ Muchas veces les pedía a los medios que fueran más al frente, que encararan, que fueran más atrevidos, pero había veces que por tener la posesión del balón jugábamos muy atrás. Cada que veo a sus equipos me da risa porque me lo imagino repitiendo lo mismo, diciendo ‘¡Por eso me chingan de que juego defensivo!’”, menciona Suárez.
El ex defensa considera que no es complicado ganarse su confianza, siempre y cuando el futbolista muestre profesionalismo y corresponda a sus exigencias. Admite, sin embargo, que sus ganas de ser “perfeccionista” a muchos les puede costar.
“Una de las anécdotas que recuerdo en Chivas es cuando le pedía que ya no le gritara a los compañeros, sobre todo a los jóvenes, porque sentía que se presionaban de más. Respondía: ‘Sí, tienes razón, ya no lo voy a hacer’. Pero pasaban dos o tres días y él, cuando trataba de hablarles con más calma, de repente explotaba y el que salía regañado era yo. ‘¡Tú tienes la culpa, me pides que no les grite!’, me decía. Siempre fue con su pasión, eso también ayuda porque te llama a que no te relajes; por eso tuve éxito en mi carrera, me acostumbré a la exigencia”, comparte quien con el Rebaño fue campeón en el Verano 1997 y subcampeón en el Invierno 1998, con un cuadro plagado de jóvenes de la cantera.
Y aun cuando era respetado, a Claudio le tocó sufrir. Estando en el Rebaño, en la víspera de un Clásico Nacional, la afición rojiblanca colmó las instalaciones del aeropuerto con la intención de convivir con sus ídolos y así inició un problema.
“Era un martirio, por la afición y la misma prensa que te tomaba ahí. Había muchísimos aficionados, yo no podía avanzar, me rezagué y cuando llego al autobús ya me había dejado. Yo estaba bien molesto y que me voy a Texcoco, a casa de mis papás. Estaba tan enojado que no me quería presentar”, recapitula. Después recapacitó y llegó casi a media noche al hotel, aunque no quedó ahí: “Me echó en cara que lo había hecho a propósito y me dijo: ‘Ya te conozco, tú y tus hermanos…’, y no sé qué. Le detallé lo que había pasado, hablé con él, jugué el Clásico, pero en la semana que suelta: ‘Estás multado’ y que nos empezamos a pelear. Finalmente todo acabó en paz”, evoca. El zaguero también se peleó con el cumpleañero por las apuestas en las cáscaras o con el tenis-balón. Ni ahí le gustaba perder y se valía de artimañas para triunfar siempre.
Otra vez a Ciudad Universitaria
Después de Pumas y Chivas, Ferretti dirigió a los Tigres, al Toluca y al Morelia, y a todos los llevó a la liguilla. Con la organización norteña llegó a la final del Invierno 2001. Sólo en la institución mexiquense tuvo diferencias con el goleador José Saturnino Cardozo. Dicha diferencia persiste hasta nuestros días.
Más tarde, y otra vez por recomendación de Mejía Barón, Ferretti retorna a Pumas en una de las peores etapas de la institución. La directiva necesitaba a alguien que salvara al club del descenso y que encauzara al equipo. Junto a Tuca llegó Mario Trejo y en conjunto lograron las metas propuestas, aunque no sin sufrir nuevamente las críticas.
“Se me viene a la memoria es que después de un inicio muy incierto, en 2009, en el que soportamos muchas críticas, él en algún momento pensó que ya estaba fuera del equipo, pero lo apoyamos, convencidos de su trabajo y calidad. Terminamos siendo campeones. Nos dimos un abrazo bonito. Es un extraordinario profesional y uno entiende que a veces en este tipo de activada que tenemos hay momentos inciertos, en los que uno debe soportar las críticas. Uno valora, ve el trabajo diario y tiene plena confianza en que saldrán las cosas”, destaca Trejo.
Un año más tarde, la buena imagen que había dejado en Tigres le dio la posibilidad de regresar a San Nicolás de los Garza. No podía negarse, dijo entonces, a una invitación de Alejandro Rodríguez, presidente de club de la UANL.
Ahí sigue hasta el día de hoy, aunque entre críticas por el actual desempeño de su equipo, al que hizo campeón en el Apertura 2011. El anterior título de los Tigres lo habían obtenido en 1982.
Tuca Ferretti, aquel muchacho de Río de Janeiro que llegó a México en 1977, cumple 60 años.









