
CIUDAD DE MÉXICO, 22 de febrero.- En su nuevo libro, Eusebio Ruvalcaba, que se define a sí mismo como un jardinero de la escritura, busca provocar en sus lectores la reflexión sobre los más diversos temas de la realidad mexicana: la felicidad, el peso del amor, la vanidad de los escritores, la tolerancia, el arte, la mentira, la pobreza, el engaño, la música y la soledad.
Lo que quise hacer, explica en entrevista, es que el lector intervenga con una actitud crítica y reflexione sobre lo que escribo, no que me dé por mi lado, sino que llegue a una conclusión muy personal, aunque no coincida con estos ensayos y aforismos.
“Aunque yo no me propongo ser un disparador de reflexiones, pues para mí el acto de escribir refleja al hombre, así que lo más importante es que exista congruencia entre mi concepción del mundo y mi trabajo literario, y ésta puede ser una congruencia irreverente e iconoclasta”, dice.
“El escritor que siente que finalmente ha escrito una línea que sobrevivirá se engaña”, escribe Ruvalcaba (1951), y agrega: “El escritor se siente enormemente complacido cuando ‘deja volar su imaginación’. Nada más peligroso para un narrador. Cuando su imaginación vuela escribe los ejemplos más conmovedores de la estulticia.”
O cuando refiere la imaginación, afirma: “La imaginación aporta su dosis de baño refrescante al hombre apabullado por la cotidianeidad aplastante… el hombre que le teme a su imaginación se confunde”.
Publicado por editorial Almadía, este volumen incluye una centena de ensayos que se instalan en la Ciudad de México, los cuales aprovecha el autor para morder las calles y revelar lo que parece obvio, “pues en esos detalles y en esas minucias hay detalles y secretos sobre el misterio de cómo algo llega a ser lo que es”.
Un ejemplo concreto es lo que Gustav Flaubert decía, que el más simple guijarro que está en un río es capaz de contener la verdad sobre la belleza. O el propio Heráclito, quien afirmaba, respecto de la basura, que cuando quedaba el montón de basura esa era una montaña de belleza que uno podría aprender a mirarla.
En El arte de mentir también está presente el tema de la música, donde el autor muestra sus inclinaciones por Bach, Schubert, Brahms y Liszt, recuperando la cercanía que tuvo con la obra de estos compositores desde antes de nacer.
“Para mí la música significa regresar a la placenta y escuchar… y si hablamos de adicciones, la música sería para mí la primera; sobre todo la del romanticismo trágico alemán y del impresionismo francés”, acepta.
Este volumen también aborda el tema de la pobreza, pero lo hace como una crítica dirigida a los escritores contemporáneos, quienes han dejado de abordar el tema. “Hoy los escritores se encuentran más preocupados por la superficialidad y ya no se detienen a estrujar el tema de la pobreza, a desmenuzarlo, y explorar desde ahí la esencia humana. Me parece que hoy muchos escritores escriben sobre temas más bien irrelevantes”, dice.
Y también hace un alto en el tema del arte, el cual aborda como un voyerista calificado que se aleja y se acerca sin que nadie lo note. ¿En verdad cree que el arte es el camino más expedito para practicar el voyerismo?, se le pregunta al autor. “Sí, señor; claro que sí, el mundo del arte está lleno de voyeristas”.
Por último, Ruvalcaba confiesa que ya trabaja en lo que será su siguiente obra. Elabora un personaje urbano y marginal, quien ha pasado por muchas truculencias y se dedicará a excavar en su historia personal.

