
CIUDAD DE MÉXICO, 5 de febrero.- “Es un autor mayor. Su propuesta fue totalmente radical”, afirma el escritor José Agustín sobre el novelista, ensayista y crítico social estadunidense William S. Burroughs (1914-1997), una de las principales figuras de la llamada Generación Beat.
Quien nació un día como hoy de hace cien años, considerado un renovador del lenguaje narrativo, es poseedor de una obra compleja, reconoce el novelista y cuentista mexicano, por lo que “dudo mucho que los jóvenes de hoy lo conozcan a fondo. Leerlo no es ‘enchílame otra’, cuesta mucho trabajo”, comenta vía telefónica.
El autor de las novelas La tumba y De perfil, cuya generación se vio influida por el mito de la contracultura de los llamados beatniks, confiesa que al primero que leyó de ese grupo literario fue a Jack Kerouac (1922-1969), su legendario libro En el camino, y después al poeta Allen Ginsberg (1926-1997).
“Burroughs como que se me había perdido. Pero cuando leí El almuerzo desnudo me di cuenta de su calidad literaria. Su influencia no sólo fue a nivel vivencial para nosotros, porque vivió en México y aquí se tronó (mató) a su esposa de un balazo, a quién se le ocurre, sino también por su obra, el manejo de su lenguaje”, agrega.
“Ellos tres eran la triada transgresora. Pero, por su complejidad, Burroughs es el que más se desdibuja para los nuevos lectores, aunque su propuesta sigue vigente”, añade.
Drogas, armas y autobiografía
Burroughs nació en el seno de una familia acomodada y terminó sus estudios en la Universidad de Harvard en 1936. Desde pequeño descubrió su inclinación homosexual y su pasión por las armas de fuego.
Su obra tiene una importante carga autobiográfica y en ella se plasma su adicción a diversas sustancias, como la heroína. La experimentación, el surrealismo y la sátira constituyen, además, algunos de los elementos más destacados de sus novelas.
Estuvo casado con Joan Vollmer Adams, con quien tuvo un hijo. En una de sus huidas de la justicia a México, bajo los efectos de la droga y el alcohol la pareja imitaba uno de los pasajes míticos de Guillermo Tell, cuando de un disparo fortuito Burroughs acabó con la vida de Vollmer, accidente que marcó un antes y un después en la obra literaria del autor.
Burroughs vivió en la Ciudad México, específicamente en la colonia Roma, en la calle de Orizaba 10, detalla el escritor J. M. Servín. “Aquí descubrió su vocación como escritor. Llegó hacia 1951 como un gringo loco que estaba harto de su país y se sintió atraído por un México que era considerado el paraíso del libertinaje y la corrupción, donde pensaban, y era cierto, podían hacer tropelías y drogarse”.
En tierras aztecas confeccionó, a los 35 años, su primera novela, Junky, en la que “da cuenta de las experiencias de William Lee (seudónimo de Burroughs) con las drogas, tomando como referencia su larga estancia en una Ciudad de México delirante, bulliciosa, relajienta, llena de inadaptados, viciosos y truhanes. Es un viaje iniciático al mundo subterráneo de un adicto a las drogas”, prosigue Servín.
Para el narrador, la obra del Beat debe su vigencia a su calidad literaria. “Era un visionario. Creó un mundo fantástico con una visión apocalíptica. Su aportación tanto a las letras como al mundo de la música y el cine es indiscutible. Aunque dudo que sea un autor muy leído actualmente, pues su propuesta es radical y poco condescendiente con el culto obsesivo por la salud que vivimos en esta época.
“Él colocaba a la libertad individual sobre todas las cosas, incluso planteaba que las muertes por adicción se debían al entorno opresivo, no a los usuarios. Hizo ver el nefasto error de emprender una guerra contra las drogas. Veía venir una lucha mundial”, añade quien ofrecerá el domingo 16 de febrero un recorrido literario por los lugares de la colonia Roma que Burroughs frecuentó.
Dice que el autor de La máquina blanda y Los chicos salvajes es, junto con Kerouac y Ginsberg, uno de los nuevos clásicos de la literatura. “Es uno de los tres gurús, visionarios, iconos de la contracultura. Creo que influyó más a los autores de las siguientes generaciones que a la suya”.
Sostiene que para sopesar la contribución de México en la obra de Burroughs está como ejemplo la novela Junkie, publicada originalmente en 1953, que en su primer año vendió 113 mil 170 ejemplares, cifra que no alcanzan hoy en día varios autores en su primer año.
“En los tiempos que vivimos, vale la pena reflexionar sobre el papel de las drogas y la literatura desde la transgresión en la cultura contemporánea, a través de un breve recorrido por el periodo de gestación de un escritor visionario y adelantado a su tiempo”, indica quien invita a la visita literaria que arrancará de la calle Orizaba número 10, a las diez de la mañana.
Celebraciones
Para celebrar el centenario del natalicio de este narrador, en EU se realizará, desde hoy y hasta el domingo, el Festival The Burroughs Century, en Bloomington, Indiana, con una oferta integrada por películas, conferencias, muestras de pintura, performances y música; y la participación especial de la poeta punk Lydia Lunch.
Y en español aparecerá esta semana el libro Nada es verdad, todo es mentira. El día que Kurt Cobain conoció a William Burroughs, de Servando Rocha, en el sello Alpha Decay, en el que se narra la relación entre el poeta Beat y el cantante, guitarrista y compositor del grupo Nirvana, que se quitó la vida el 5 de abril de 1994.
Burroughs tuvo con Cobain una relación que ha quedado plasmada en imágenes, fotografías desconocidas que aparecieron tras la muerte del cantante, y que muestran que el sueño que Cobain tenía de visitar a Burroughs, su ídolo, se cumplió.
“Cobain idolatraba al maestro de la periferia, al escritor, pintor, duro y poético, al amante de las armas, las drogas, al padrino del punk, y, sobre todo, al rebelde, al buceador del subsuelo que llamaba a la rebelión y decía que el lenguaje era el virus del poder“, concluye Rocha.

